domingo, junio 18, 2006

Sueños


Una vez, el estudioso Moon Park, de padre coreano, pero habitante de las húmedas arboledas de la Florida, soñó con el Doctor Chesky.
Había comenzado a estudiar la obra del ruso mientras maldormía en las ruidosas habitaciones de una fraternidad en Stanford. Su madre era una judía de California que resultó embarazada en una comuna: Moon pudo haber sido mulato o mexicano, pero el destino le reservó como origen la sangre de la remota Corea.
En la adolescencia de Moon, su madre ya había vuelto al kosher y la sinagoga, un ámbito en el que un niño de ojos rasgados no tenía cabida, desde luego. Moon fue enviado a Nuevo México con su padre, un traficante de baratijas electrónicas que negociaba su mercancía en Ciudad Juárez, donde la vendía a precios exorbitantes -oro por cuentas de vidrio-. El socio del violento Park era un ruso de más de setenta años, de rasgos inequívocamente tártaros: él fue quien le regaló a Moon el primer libro de Chesky, un ejemplar del oscuro Literatura y ajedrez, en el que el viejo escritor reunía cuentos que tenían como tema secreto el parricidio.
Resulta difícil saber qué pensó Moon de aquellos cuentos, seguramente incomprensibles para un adolescente; en cualquier caso fue a Chesky, y no a otro escritor, a quien llegado el momento escogió como tema para su tesis. Cuando se mudó a Florida, a finales de los años noventa, hacía casi veinte años que se dedicaba exclusivamente al tópico que lo había convertido en un investigador reconocido entre sus pares, si bien necesariamente marginal.
En el sueño, Moon se veía a sí mismo como un niño al que Chesky cubría con sus largas barbas, mientras en el fuego ardía una irreconocible pieza de ajedrez.