domingo, junio 18, 2006

Poesía y ciencia

El Doctor Chesky perteneció a cierta clase de hombres que ya no existen, o que quizá nunca existieron: aquellos para quienes la persistente nostalgia era una fuerza que los lanzaba hacia adelante. La mención de la nostalgia no debe, sin embargo, confundir a los lectores: Chesky se resistía a todo sentimentalismo; a decir verdad, ésa es una de las características de su personalidad más valoradas por sus biógrafos. Es justo decir que fue uno de los últimos escritores para los que la ciencia era un territorio abierto a la poesía, y ésta, por su parte, el resultado de miles de minúsculos experimentos.
Cuando su amada Nadiuska murió, él no compuso un previsible poema a los pies con que ésta clamaba a los dioses secretos -pies que ella usualmente llevaba desnudos, incluso en el frío o la lluvia-, sino que escribió una oda a sus pulmones destrozados. El poema fue escrito en una lengua estrictamente técnica, y comienza con las palabras: "Oh bacilos fagocitados por los macrófagos alveolares no activados, / oh citoquinas liberadas que atraerán más macrófagos y monocitos...".